He decidido titular este post copiando una frase que se repite bastante en la que ha sido mi última lectura, una lectura que sí, me ha hecho recordar las que fueron las mejores semanas de mi vida y porqué lo fueron, y es que sólo esta frase puede describir los sentimientos de los que lo vivimos.
Esas semanas construyeron en parte la persona que a día de hoy soy, conocí a alguno de los que son mis mejores amigos, afianzaron otras amistades, ampliaron y enriquecieron mi cultura musical y del panorama artístico-cultural internacional, viví momentos increíbles, conocí a muchísima gente interesantísima, me aportaron no solo contactos, si no también maneras de hacer en mi trabajo, y por ende, ampliando así mi carrera laboral.
Resumiendo, mi última lectura ha hecho que recuerde que fui una privilegiada por poder vivir todo lo que viví durante años, cada año vivía la mejor semana de mi vida y esto, no puede decirlo todo el mundo.
Durante la primera década de los 2000 tuve la gran suerte de vivir de primera mano uno de los eventos musicales más importantes a nivel internacional, el FIB.
En cuanto me enteré de la salida de Yo Vivía Aquí supe que tenía que ser mío y leerlo, porque todo lo que Joan Vich Montaner narrara iba a hacer que reviviera los mejores momentos de mi vida.
Este libro es la historia vital de Joan, una persona que trabajo por 25 años en las entrañas del FIB, el mejor festival de música ever, en el que empezó de camarero en barras y acabó siendo codirector del mismo.
Obviamente no es así la historia de cómo un camarero llega ahí, Joan lleva trabajando en el mundo de la música toda la vida, de ahí su valía para “pelearse” con artistas, contratos e imprevistos varios que podían ocurrir previo y durante el FIB o las giras que llevaba.
Es una narración de su vida no sólo laboral y no sólo en el FIB, puesto que habla de giras que ha llevado, artistas o cómo hacía scouting de grupos durante todo el año para el cartel.
Seguro que me crucé con él cientos de veces durante mis años trabajando en el FIB, corriendo de un lado para el otro y realmente la lectura de esta especie de biografía me ha trasladado al espacio físico donde se ubica el FIB, podía sentirme allí a pleno sol.
Yo en ese festival trabajaba para uno de los patrocinadores con más solera, éramos un equipo bastante grande de personas que trabajábamos (como burros) codo con codo con parte de la organización, de la que sólo puedo tener buenas palabras, porque surgían siempre mil problemas, que siempre acabábamos solucionando.
Trabajaba por las mañanas y por las tardes-noches, con lo que no tenía mucho tiempo para ver conciertos hasta que llegaba mi momento de hacer de RRPP del patrocinador en cuestión, que al final es lo que era, y entonces sí que me dedicaba a pasear y a agasajar a los invitados y podía tomarme mis cervezas, bailar, subirme al escenario para ver a los artistas (no todos los pases lo permitían, pero el mío sí) y cruzarme con las estrellas en la Zona Vip.
Joan ha hecho que recuerde, gracias al capítulo en exclusiva que le dedica, el huracán e incendio que hubo en el 2009, que fue de lo más heavy que he vivido nunca, recordaré siempre que habíamos acabado de trabajar y llevábamos a un grupo de unos 7 u 8 invitados, me acuerdo perfectamente de uno de los invitados comiéndose un plato de paella en la Zona Vip y como le salió volando una galera del plato directa a mi cara y acto seguido cayéndose un trozo de escenario… no daba crédito.
Me empezó a sonar el teléfono que fuéramos en dirección a la salida que había un runner esperándonos con una furgoneta y que debíamos salir ya o volver hasta Marina d’Or (sí, a mí me alojaban en Marina Horror, como le llamábamos entonces) caminando.
Me cruzaba con personas de organización diciéndome “tenéis que salir de aquí ya”, con gente de seguridad, que después de tantos años ya eran colegas, en especial el encargado de nuestra carpa que me dijo “Rubia, recoge a tu gente como ovejas y largo de aquí que esto se está poniendo muy peligroso”.
Cuando logré reunir a toda mi gente saliendo por el parking campo a través las botas que llevaba se me engancharon en un hilo metálico que por la oscuridad no vi, salí volando, mis rodillas golpearon contra dos ladrillos que me hicieron dos sendos cortes bien profundos y me estampé contra un coche en marcha… todo muy heavy, viendo las llamas a lo lejos y pensando, no salgo viva… perdí mi anillo de compromiso, me moría del dolor, todo horrible, pero al final logramos subirnos a la furgo, y lo mejor, al día siguiente, en el medio del parking de arena estaba mi anillo de compromiso debajo de la rueda de un camión de producción y pude recuperarlo entre lloros, aunque estuve casi un mes convaleciente del fuerte golpe y las heridas.
Esas heridas son hoy cicatrices que yo sigo llamando mis “estigmas Fibers”.
Esta es solo una de las muchas vivencias que me pasaron en el FIB, porque me pasaron muchísimas cosas durante todos los años, muchas de ellas tan increíbles que cuando las cuento hasta a mí misma se me eriza la piel.
No puedo listar todos los conciertos que he visto o escuchado, también me es muy difícil saber con todas las estrellas que me habré cruzado en la Zona Vip del FIB, pero sí que es verdad que como Joan, no me ha gustado nunca hacerme fotos con famosos y solo hacía que mirarles con la boquita abierta y pensar “oh, Dios mío!!”, como me pasó con Julian Casablancas que casi me desmayo, o con Brett Anderson varias veces.
Ver y cruzarme con esas estrellas fue la hostia, un año vi el ensayo de mediodía de los Belle&Sebastian y no podía creer la suerte que estaba teniendo, recuerdo estar en el lateral del escenario cientos de veces, haber bailado con Jake Shears, cantante de los Scissor Sisters, me acuerdo muy y mucho de lo bien que me lo pasé viendo a B-52 me parecía tan surrealista estar viéndoles de cerca, que además eran monérrimos y venían a decirnos cosas todo el rato, o el grupo de afrocaribeñas que venían con Basement Jazz o ver a los Strokes de cerquísima y ponerme a llorar sin parar… esto es tan solo una parte muy-muy pequeña de todo lo que vi en el FIB durante años.
Si habéis sido Fibers podréis entender esta mezcla de sentimientos tan profunda, y debéis leer este libro, si os gusta la música también, si sois asiduos a cualquier festival, también, porque todo lo contado es historia que Joan regala, y son las tripas de uno de los mejores festivales del mundo. Leedlo, hacedme caso.
La Banda Sonora de esta lectura hubieran podido ser miles de canciones que tarareé, escuché, bailé y hasta lloré en mis años en el FIB, pero para mí el FIB siempre serán Los Planetas, era una tradición, coger la recta, avistar a los primeros Fibers y ponerla a tope en el coche mientras entrábamos al parking de tierra roja.
No soy especialmente fan de este grupo, pero quizás sea a uno de los que más veces he visto en mi vida, tanto en el FIB como en otros festivales, pero ellos me transportan a esa época popera e indie española de la que formo parte, ese rollo Malasañero, en la que me vestía de colores con ropa de segunda mano, llevaba el pelo con corte al uso de popera, iba llena de collares y pulseras de plástico, era como un unicornio de colores de dos patas.
Escuchando Segundo Premio puedo verme de nuevo allí, en medio de las explanadas a pleno sol mientras todo el mundo dormía y me tocaba trabajar un rato, pero os lo digo de verdad, si no habéis vivido un momento así no sabéis las sensaciones que se tienen cuando lo que estará lleno en unas horas por miles de personas está desértico y sólo se escucha el concierto de las chicharras.
Gracias Joan por recordarme las mejores semanas de mi vida, gracias FIB por haberme dado las mejores semanas de mi vida. Siempre Fiber.
(Siento la extensión del post, pero ha sido totalmente imposible hacerlo más corto, esta lectura ha despertado muchos recuerdos).
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